La tricolor ondea en algunos balcones, atrevida, desafiando lo establecido por una Constitución que se nos queda pequeña y anticuada; y hemos decidido comernos el día, la noche y el resto de nuestra vida. Dejarnos la piel para pintar el futuro de otro color, para que nuestros hijos pisen una tierra que no destile petróleo y sangre de gente que muere al otro lado del Mediterráneo.
Todavía tenemos esperanza, aunque traten de pisotearla, todavía pensamos que luchar debe servir de algo y nos arañamos los puños y rompemos letras contra pancartas y muros huérfanos. Seguimos manteniendo la llama de la memoria, de las tumbas que siguen sin nombre, de las poesías que dejaron de escribirse por culpa de tiros en la sombra.
Gritamos por cada injusticia hasta quedarnos sin voz, queremos calles sin nombres de asesinos ni estatuas a caballo que nos recuerden el olor de la muerte. Vuelve a salir dignidad por las fuentes y el perdón lo tenemos en la punta de los dedos.
Por suerte, Valencia huele otra vez a azahar y hemos alzado el puño. Y las calles se ven menos grises y no es sólo porque estemos en pleno mes de Abril. Ya no queremos cobardes que se escuden en el miedo, ya no queremos águilas que vuelvan a taparnos el sol.
En el recuerdo sólo una fecha.
Salud y República.