Casi llega el mes de Abril y nos da igual que el frío nos haya dejado hechos pedazos, seguimos aquí tratando de encajar las miles de piezas de este puzzle sin principio, seguimos tejiendo cuerdas cada vez más largas de las que podernos sujetar cuando tropecemos con el acantilado.
Me he convertido en un extraño ente de barro y sangre, cenizas de otros convertidas en materia viva. Soy el peor francotirador de este ejército de muertos vivientes, enfermo terminal que camina con el cerebro en la mano. Soy como ese pueblo que se queda incomunicado con la primera nevada del año, y tengo que encender la hoguera y calentarme las manos en unos bolsillos llenos de miserias.
Todo esto es ley de vida. Amor y odio, alegría y tristeza, vida y muerte, y también las despedidas.
Las despedidas son tristes, sobre todo cuando no te quieres marchar y, sin embargo, sabes que es lo mejor. Tenemos esa puta manía de anticiparnos a los hechos y de predecir catástrofes con una facilidad pasmosa. Yo, por el contrario, nunca veo venir los golpes, será por eso que ya no me quedan huesos intactos, que sangran todas mis noches, que lloran cada una de mis madrugadas.
Debí aprender hace tiempo a enterrar las ilusiones, a no hacer caso a un corazón defectuoso y con mala puntería. Debí retirarme de la partida antes de mostrar todas mis cartas y volver a perder.
No sé cómo decirte que no me necesitas, que cualquier otro te cuidará más y te querrá mejor que yo, sin que me quiera arrancar la lengua. Trata de no sufrir por mí, después de todo lo normal es que nada me salga bien. Trata de no mirar atrás aunque te grite desde aquí desde el rincón en el que siempre escribo, con poca luz y dolor de sobra.
Lo seguiré intentando, aunque ya no tenga sueños, ni crea en la esperanza. Lo seguiré intentando aunque no pueda remontar nunca en este juego inútil. Lo seguiré intentando porque me dijiste que nunca debía rendirme aunque no quisiera luchar.
¿Cómo vas a querer sujetar mi mano si sigo temblando?
¿Cómo vas a querer vivir junto a un hombre hecho de óxido?
¿Cómo vas a soportar el olor a café cada cinco minutos?
¿Cómo vas a soportar que quiera besarte a todas horas?
Las despedidas siempre son tristes, como lo es levantarse solo cada mañana, como lo son los domingos por la tarde, como lo es fumarse un cigarro sin el sexo previo, como lo son esas calles olvidadas del puerto.
Me despediré de ti antes de romperme por completo. La solución final pasa, creo, por mirar a Medusa a los ojos, convertirme en un gigante de piedra y que pasen los años, que pase el duelo, dejar de sentir y que nada importe.
Que nada importe, ni siquiera yo, ni siquiera tú.
Este es uno de esos elatos que crecen hasta el final y acaban frescos. Muy bien logrado.
Saludos.