Ya no entiendo nada, la vida no cambia por mucho que te empeñes y ha llegado el futuro que esperábamos sin ninguna promesa de las que hicimos hecha realidad. Apenas entra luz ya por las ventanas desde las que nos atrevíamos a desafiar al Universo cuando la noche era eterna y nos creíamos protegidos de todo mal. Admito que todo se ha vuelto extraño, que estoy dentro de una espiral de cambios que no acabo de entender. Admito que estoy con el freno puesto, que me estoy obligando a dejar la mente en blanco y tratar de no pensar, tengo suficiente con intentar concentrarme en respirar para no empezar a ahogarme de nuevo en todo el fango que me rodea.
Tengo a Nix y Érebos llenándolo todo de un negro del que no puedo escapar, sin permitirme contemplar ni una pequeña muestra del mañana entre tanta sombra. A veces los escucho reír, hablar a mis espaldas, y sé que juegan conmigo y con mis ganas de poder ver brillar algo de luz, aunque sea en la distancia.
La señorita Realidad ha venido a visitarme esta noche, se ha metido en mi cama a hacerme compañía y me ha cogido de la mano, justo antes de dormir he sentido el escalofrío que provoca el miedo, asustado en medio de la oscuridad que te da siempre tomar una copa de más. Y sin embargo, no estaba cuando he abierto los ojos por culpa del sol colándose entre los resquicios que deja la persiana. Ni la realidad, ni el miedo, continuaban junto a mí y he respirado el aire a mi alrededor como si algo hubiera cambiado. Ahí afuera o en mí mismo, en el fondo da completamente igual. Supongo que he decidido quitarme el traje gris y las cadenas, y limpiarme el cristal de las gafas para poder ver las cosas de una manera distinta. Dejar a un lado el peso de un mundo que estaba ganando la batalla y sonreírle con torpeza al espejo por primera vez en muchos meses.
Qué más da si nos hemos perdido, qué mas da si ya no nos tenemos a todas horas, qué más da si nuestros gritos ya no resuenan en la habitación. La vida sigue, eso me han contado, y estoy harto de destruirme una y otra vez para volver al mismo punto de inicio sin haber aprendido nada, como un caníbal que va a acabar comiéndose a sí mismo por falta de género.
Quizá es hora de comenzar a ser el maquinista de esta vieja cabeza a vapor que recorre las vías de la estepa rusa sin mirar las estaciones a las que va llegando. Quizá es hora de que el día a día sea mejor sin ti. Quizá es hora de empezar el viaje, el definitivo, y ver si de una vez por todas tengo éxito durante el camino, sin pensar en el destino final, sin que importe la llegada.
Sonreiré de camino a Ítaca.
Suerte en el camino!
La necesitamos todos. Muchas gracias por leer 😉